Su posición ventajosa, cerca de la iglesia pero no tan próxima como para que pudiera ser aprovechada como (padrastro) en un ataque contra la propia torre, es una disposición mil veces repetida en lugares de implantación señorial, como vemos en Góngora, Oriz, Ayanz, Equísoain o Arce, y por supuesto que se corresponde con la ubicación de una residencia nobiliaria.
Por otro lado, es bien sabido que el uso residencial e incluso la función defensiva de una torre era bien compatible con la existencia de palomares, que constituían un importante recurso económico, a la par que una fuente de proteínas nada desdeñable en la Edad Media.
La torre palomar de Otazu pertenece a un modelo de edificio defensivo muy extendido en una amplia zona de la Navarra media occidental, con epicentro en Etxauri, en cuyo casco urbano encontramos cuatro torres similares. Otras del mismo modelo son las de Elío, Artázcoz, Ibero, Munárriz, Aizpún o Arteta, con las que comparte planta, morfología cerrada y tratamiento de muros y vanos. En cuanto a la datación, se encuentran lejos de los edificios propios del XVI, donde precisamente una de las características más destacadas es la de la apertura de amplios vanos, como correspondía a un nuevo concepto de la habitabilidad y del confort, derivado además de las nuevas condiciones de seguridad, tras el fin del ciclo banderizo y la subsiguiente conquista de Navarra. Consideramos, en suma, que se trata de un modelo de torre perteneciente a una generación anterior a las de Yárnoz, Liberri o Ayanz, que se plantearon con plantas cuadradas pero con mayor desarrollo en superficie, y dotadas de adarve amatacanado, surgidas hacia el cambio de siglo.