El palacio de Otazu pasa a pertenecer a la familia Ezpeleta.
En 1624, el palacio pertenecía a don Juan de Ezpeleta, quien ese año presentaba a un clérigo de su confianza para la abadía o parroquia del lugar. El mismo palaciano andaba litigando ocho años más tarde contra el vicario y primicieros de Arróniz por el pago de 270 ducados, como apoderado de la hija de Ramos de Arizmendi, cantero de Viana, que había construido la torre de la iglesia de dicha localidad aceitera.