Esta pieza presenta una barrica que, en un movimiento espectacular, asciende sobre las demás. Es una escultura, que combina la tradición del vino envejecido en barrica con la tecnología más avanzada, y se ofrece como una obra interactiva, en la que el visitante puede dejar registradas las pulsaciones de su corazón a través de un dispositivo que las trasmite a la propia escultura y provoca que las luces en el interior de esta oscilen en ritmo e intensidad: “Los objetos se impregnan también del alma, del esfuerzo, de la ilusión, lo mismo que el vino. Entonces algo de tu vida o de la gente que se relaciona con la obra, en este caso, interactuando, deja su huella allí”, reflexiona Pablo Armesto.
A la hora de diseñar la etiqueta y la caja para esta edición tan especial de vino, Pablo Armesto decidió continuar, con esta idea del espíritu, del corazón palpitante, rebosante del cariño y la energía de las personas de la bodega. Afirma Armesto que, al igual que sucede en su trabajo, las obras excelentes sólo se consiguen cuando las personas se involucran al máximo en el proyecto, cuando dan lo mejor de sí. Y que este cariño es el que transforma al objeto —la obra de arte, la barrica, el vino— en algo especial.
La luz es un elemento que Armesto trabaja continuamente en sus obras. Por eso encuentra la idea de crear una etiqueta que se ilumine. Concibe una etiqueta en la que se dibuja un corazón con tinta retro-luminiscente, que brilla en la oscuridad y que, de nuevo, transmite esa sensación de ser un objeto único.
La edición, limitada a 600 botellas, con solo 300 disponibles para la venta (las otras 300 se reparten entre la bodega y el artista), se presenta en una obra fabricada en Corian que además de resguardar la botella interactúa con ella para lograr que el vino trascienda su categoría de producto y se sitúe en el campo de la experiencia. Se puede incluir una luz LED en su interior y apreciar la luz escaparse por las aberturas de la caja, como si fuera una lámpara.